Me orgullece decir que hoy mi blog se viste de Gala para compartir la Biografia de Paco de Lucia el gigante de la guitarra.Hoy mi padre y yo hemos hablado mucho de su trayectoria de su gran virtud y de su partida.Mi padre al igual que yo lo admiramos grandemente y por siempre, y le decimos adios al mas grande Embajador de la musica flamenca.Hoy se aleja de lo que el le llamó el paraiso donde se refugió de exigencias, de presiones y de conciertos. Nos deja su musica universal. .
Paco de Lucía
(Nombre artístico de Francisco Sánchez Gómez;
Algeciras, 1947 - Cancún, México, 2014) Músico español, considerado como
el guitarrista flamenco de mayor prestigio internacional. Nació en el
barrio de La Bajadilla de la ciudad andaluza de Algeciras, un barrio
popular y predominantemente gitano. La calle, pues, y el ser hijo y
hermano de músicos, lo familiarizaron con el flamenco desde su más
tierna infancia.
De su padre, Antonio Sánchez Pecino, quien se
ganaba mal la vida como vendedor ambulante de telas durante el día y por
la noche tocaba la bandurria en los bailes de pueblo, y de su hermano
mayor, Ramón de Algeciras, aprendió los primeros rasgueos, y a los seis
años comenzó a estudiar guitarra «en serio». Incluso su madre, Luzía
Gomes Gonçalves, una portuguesa de Monte Gordo acostumbrada a la vez a
la pobreza de su familia numerosa y a la vena artística de sus miembros,
lo veía más como una inversión de futuro que como un perjuicio.
A Paco, que al igual que el resto de sus hermanos Ramón, María Lucía, Pepe y Antonio, muy pronto tuvo que buscar trabajo y llevar un sueldo a casa, le costó superar su falta de instrucción, pero cuando tuvo que buscarse un nombre artístico no dudó en apellidarlo con el nombre de su madre.
Primeros aplausos en los tablaos
Como tal, Paco de Lucía comenzó a actuar a los
doce años junto a su hermano Pepe (entonces Pepe de Algeciras) como el
dúo Los Chiquitos de Algeciras, que cosechó el aplauso de muchos tablaos
de Cádiz. Con catorce años obtuvo un premio en el Concurso
Internacional de Arte Flamenco de Jerez de la Frontera, y aunque parezca
sorprendente, fue entonces cuando inició su carrera internacional, ya
que José Greco lo contrató como tercer guitarrista de su Compañía de
Ballet Clásico Español, y en seguida emprendió su primer viaje a Estados
Unidos.
Para él, el guitarrista más brillante del
momento era el Niño Ricardo, amigo de su padre, y quería sonar igual de
bien. Luego conoció a Sabicas y a Mario Escudero y sus influencias
fueron variando, pero éstos le aconsejaron que buscara su propia forma
de tocar, su estilo. El problema era que «para uno era un modo
complicado de decir las cosas más sencillas, y para el otro un modo muy
simple de decir cosas complicadas», recuerda el artista, quien confiesa
haber resuelto el dilema el día en que supo que el estilo no es un punto
de partida, como era su caso, sino un resultado; y, a fuerza de tocar,
formó su propia personalidad.
Con la dirección artística de su padre grabó
los primeros discos junto a su hermano Pepe, y posteriormente registró
otros tres a dúo con Ricardo Modrego, de la compañía de Greco. Poco
después conoció a Fosforito, a quien acompañó en una actuación en Salamanca, y luego a Camarón de la Isla
y a Juan el Lebrijano. Con ellos se integró en un grupo compuesto
también por Matilde Coral, Paco Cepero y El Farruco, con el que,
contratados por los mánagers internacionales Lippman y Rau para sus
espectáculos, que llamaban «Festival Flamenco Gitano», recorrió varias
veces Europa durante la segunda mitad de la década de los sesenta.
Mientras tanto, animado por Sabicas y Escudero,
se adentró en el terreno de la composición, y también grabó sus primeros
discos en solitario: La fabulosa guitarra de Paco de Lucía (1967) y Fantasía flamenca
(1969), algunos de cuyos temas tocó en 1970 en el Palau de la Música de
Barcelona, en el marco de un festival internacional por el bicentenario
de la muerte de Beethoven, que algunos biógrafos sitúan como el momento
de su consagración.
La influencia de Camarón
Pero el guitarrista de Algeciras, entonces ya asentado en Madrid,
reservaba muchas sorpresas, y aquello no fue sino un peldaño más de una
trayectoria en constante evolución que marcó muchos puntos de inflexión
en la historia del flamenco.
Por entonces acababa de nacer la mítica pareja
Camarón de la Isla-Paco de Lucía, cuyas cualidades extraordinarias y la
manifiesta y firme voluntad de convertir el flamenco en una experiencia
rabiosamente viva quedaron impresas en más de una decena de discos
impresionantes y en la memoria del guitarrista, que recordaría aquellos
años como la etapa más bonita de su vida. Para él, la excelencia del
tándem tenía una explicación muy sencilla: «Mi sueño siempre fue ser
cantaor, mientras que el de Camarón fue ser guitarrista». Su música
perfecta fue, por tanto, fruto de la sana envidia recíproca y la mutua
admiración.
Paco de Lucía se convirtió en estrella de las listas de éxitos en 1973, con la rumba Entre dos aguas, que conquistó a un público más joven que se interesó por primera vez por la guitarra flamenca. Esto influyó además para que sus álbumes de la época, El duende flamenco de Paco de Lucía (1972) y, sobre todo, Fuente y caudal (1973), incrementaran su difusión y le valieran una fama que empezaba a exceder los límites del género.
Dos años después, su actuación «para todos los públicos» en el Teatro Real de Madrid haría historia. Un nuevo trabajo, Almoraima
(1976), mostraba su voluntad rupturista y daba sobradas pruebas de una
personalidad consolidada. Pergeñaba ya entonces el proyecto de formar un
grupo, y lo iba a lograr unos años después. En aquella época se sentía
lo bastante afianzado como para formalizar su relación con Casilda
Varela tras ocho años de noviazgo, y, pese a la oposición familiar, se
casaron en Ámsterdam en enero de 1977; desde entonces permanecerían
unidos junto a sus tres hijos, Casilda (1978), Lucía (1979) y Curro
(1983).
Nuevos caminos para el flamenco
En 1981 formó el célebre sexteto con el que creó el concepto actual de
grupo flamenco, con sus hermanos Ramón de Algeciras y Pepe de Lucía,
Jorge Pardo, Carles Benavent y Rubem Dantas, a los que más tarde se
uniría el bailaor Manolo Soler.
La formación duró
muchos años, hasta el día que decidió que después de tanto tiempo todo
debía de sonar igual, y primero formó un trío con Juan Manuel Cañizares y
su sobrino José María Bandera, y en 1998 rehizo el septeto: reemplazó a
Cañizares por El Viejín, a Soler por El Grilo y a Pepe de Lucía por
Duquende. Con ellos grabó Luzía (1998), en homenaje a su madre,
que acababa de fallecer. Luego reunió en torno a él a otros artistas: el
percusionista El Piraña, la guitarra del Niño Josele, el bajo de Alain
Pérez, la armónica de Antonio Serrano y las voces y palmas de Duquende,
La Tana y Montse Cortés.
Los últimos años del siglo XX fueron los más
duros de su vida. La muerte de Camarón, y la interesada confusión creada
en torno a los derechos de autor conjuntos con el cantaor, agravaron la
úlcera que padecía y lo sumieron en una profunda depresión que el
fallecimiento consecutivo de sus padres contribuyó a prolongar.
Después de un largo período alejado de la
composición y recluido en su casa familiar de Mirasierra, dejó Madrid
para pasar dos años en Playa del Carmen, su paraíso mexicano, donde
proyectaba vivir su retiro en un futuro que anunciaba no lejano. Allí
nació su trabajo Cositas buenas (2004), en el que, entre tangos y
rumbas, se dan cita muchas voces amigas y la del propio guitarrista,
que rescató del archivo la bulería Que venga el alba para unirse por primera vez en el canto a su «primo» Camarón.
En concierto (1997)
En julio de 2004 era distinguido con el Premio Príncipe de Asturias de
las Artes y en septiembre obtenía también un Grammy Latino al mejor
álbum de flamenco por Cositas buenas, que presentó durante el año en una gira mundial marcada por su intensidad.
Tradición e innovación
Maestro del mejor flamenco, pionero en su
evolución y su apertura a la fusión con otras músicas y otros estilos,
hubo un tiempo en que sus constantes aportaciones convirtieron a Paco de
Lucía en un revolucionario del género. Ciertamente su influencia fue
de tal calado que puede inferirse que a lo largo de su trayectoria
cambió la concepción del toque en más de una ocasión.
Esa inquietud innovadora no siempre fue bien
entendida por los defensores a ultranza de la ortodoxia del género, que
al principio llegaron a causarle cierto desasosiego, si bien pronto
entendió que él no podría traicionar jamás la esencia del flamenco
porque lo llevaba en sus genes, e hiciese lo que hiciese sonaría a
flamenco. A partir de ese momento empezó a tocar con mayor espontaneidad
y a permitirse libertades inusitadas que a la postre resultaron siempre
enriquecedoras.
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