Chiqui y Bodo querían conocer el Templo
de las manos cruzadas de la cultura Kotosh pero sentían un poco de temor
al ver el inmenso y muy largo puente colgante que había de cruzar para
empezar la caminata.
Bodo retrocedió y dijo:
- No voy a cruzarlo.
Pero Chiqui si quería y dio unos cuantos pasos. Su madre la tomó de la mano a Chiqui y le dijo:
- No debes cruzarlo sola dame la mano.
Bodo ya se quería ir y su padre la convenció diciéndole:
-Yo te cargaré hasta el otro lado del puente así te sentirás segura.
Bodo era la más pequeña, al ir en los
brazos de su padre se sentía muy segura y empezó a apreciar la belleza
que había alrededor del paisaje, incluso vio por debajo del puente pasar
a un rebaño de ovejas y también a muchas llamas.
- Mira papá, cuántas ovejas, repetía Bodo con emoción.
Debajo del puente había un río que se movía mucho, por lo que la mamá le dijo:
- No mires hacia abajo Chiqui, iremos
despacio pero seguro. Recuerda que para mantener el equilibrio no debes
balancearte hacia los lados, iremos por el centro del puente.
A Chiqui nunca se le olvidaron las palabras de su madre, el equilibrio no solo le servía para cruzar el puente
sino para toda su vida. Entendió que las mejores cosas de la vida se
van alcanzando a paso lento pero seguro, con paciencia y perseverancia.
Al llegar al otro lado del puente,
Chiqui, Bodo, su mamá y papá emprendieron la caminata hacia el templo de
las manos cruzadas, al verlo se dieron cuenta que una mano era de un
hombre y la otra de una mujer, lo que significaba el complemento.
Aquel viaje hacia el templo de las manos
cruzadas sería un viaje inolvidable que Chiqui y Bodo guardarían en sus
corazones para siempre.
Fin
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